Ainara Esteran
Egiari Zor FundazioaEs indecente que algunos de los que utilizan el denominado «suelo ético» como arma arrojadiza contra otros, como excusa para eximirse de sus propias responsabilidades, defiendan tras la muerte de Arkaitz que su política penitenciaria es la más garante de Europa
En estos duros momentos queremos hacer llegar nuestra absoluta solidaridad y nuestro abrazo más sentido a la familia, compañera y amigos de Arkaitz Bellon.
En la tarde del miércoles una vez más volvió a golpearnos la crueldad de la política penitenciaria. Los primeros momentos tras recibir la noticia fueron de shock, nos resistíamos a aceptar que fuera cierto ,-«no, no puede ser verdad... no, otra vez no...»-, sólo la confirmación de la tragedia nos hizo perder la esperanza de que se tratara de una broma macabra.
Para quien escribe estas líneas es difícil describir la desesperación que sumía a las familias de otras personas que como Arkaitz perdieron la vida en similares circunstancias, pidiendo por favor que no fuera cierta la noticia que ya se empezaba a extender por toda Euskal Herria. Difícilmente se puede explicar el sentimiento que recorría a estas familias que estaban reviviendo su propia tragedia.
No se ha llegado a cumplir un año desde que las muertes de dos compañeros de Arkaitz, Angel Figueroa y Xabier López Peña, estremecieran a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad. No se ha cumplido un año del clamor de la sociedad vasca exigiendo que esas muertes fueran las últimas, que acabasen definitivamente las vulneraciones de los derechos humanos, que los estados desactivasen toda su maquinaria represiva. Que no continuasen generando más heridas, más dolor, más sufrimiento. Pero, casi un año después nada ha cambiado en esa maquinaria. Las demandas de la ciudadanía vasca, el compromiso de esta con el respeto a los derechos humanos y la exigencia de poner fin a tanta sinrazón es cada vez mayor, más plural y más enérgica. El ataque a los derechos humanos en materia penitenciaria ha sido y es incesante. La política penitenciaria de excepción puesta en marcha primero por el Gobierno español y con posterioridad por su homólogo francés, fue concebida dentro de su estrategia represiva en el marco del conflicto político.
La aplicación de esta excepcional política contra ciudadanos y ciudadanas vascas durante décadas está dibujando un reguero interminable de dolor y sufrimiento en muchas personas, en muchas familias, en todo un pueblo. Sufrimiento, dolor y muerte tienen que desapa- recer de una vez por todas de la actualidad de nuestras vidas.
Los estados español y francés han perdido la batalla de la credibilidad, a día de hoy ya nadie duda ni en Euskal Herria ni fuera de ella de que la política penitenciaria que mantienen en vigor con toda su excepcionalidad en marcha, mata. Que la política de dispersión que mantienen activa contra toda lógica desde la óptica de la defensa de los derechos humanos, mata.
Y lo terrible de esta situación, es que puede seguir matando, en cualquier cárcel, en cualquier carretera, a cualquier persona. Esta ruleta criminal que ambos estados mantienen girando en torno a sus intereses políticos se ha cobrado con la de Arkaitz Bellon la vida de 33 presos políticos vascos, resultado de la estrategia de los estados de acometer contra este sector de la sociedad vasca que se encuentra en prisión para condicionar la situación política de Euskal Herria. 17 personas más han fallecido cuando se dirigían a visitar a sus allegados alejados a cientos de kilómetros de casa.
Es indecente que algunos de los que utilizan el denominado «suelo ético» como arma arrojadiza contra otros, como excusa para eximirse de sus propias responsabilidades en torno a las consecuencias del conflicto, defiendan tras la muerte de Arkaitz que su política penitenciaria es la más garante de Europa. Cuando la vigente violencia, la de los estados, sigue originando trágicas consecuencias, engordando su larga trayectoria de violaciones de los derechos humanos, cuando sigue matando.
Empezad por no poner ese suelo ético bajo pies ajenos, empezad por pisarlo vosotros mismos, empezad por lo más básico, que es adoptar las medidas necesarias para que ningún Arkaitz más, ningún Ángel más, ningún Xabier, ningún Roberto, Igor, Ramón, Joseba, José Ángel, Juan Carlos, Pilar, Sara, Antxoni más... se una a la larga lista de muertes producidas por la más «garante» de las políticas penitenciarias.
La política penitenciaria no es un abstracto, viene impulsada desde los poderes públicos, es el resultado de decisiones políticas tomadas por personas concretas con un fin bien definido, por tanto, tiene responsables directos que deberán responder por las consecuencias derivadas en aplicación de la misma. Deberán responder por la muerte de las cincuenta personas que han fallecido en prisión y en el maldito asfalto de la dispersión.
Un fuerte abrazo a todas las personas que de una forma u otra habéis sido golpeadas por la crueldad de esta violencia que niega su propia existencia, esa que continua abriendo desgarradoras heridas en este pueblo y que entre todos deberemos desactivar.
El respeto a los derechos humanos nos une a muchas personas, unamos nuestras fuerzas en torno a este pilar fundamental para acabar definitivamente con la incomprensible cerrazón de quien se obceca en mantener esta política que sigue cobrándose vidas.