En el Día contra la Tortura de Euskal Herria reflexionamos sobre la dimensión del género en la aplicación de la tortura en la mesa redonda que organizamos en Zizurkil.
El pasado 13 de febrero se cumplieron 39 años de la muerte de Joxe Arregi a consecuencia de las heridas sufridas por las violentas torturas que sufrió. Las palabras "oso latza izan da “ (“ha sido muy duro") están grabadas con fuerza en la memoria de la sociedad vasca desde entonces.
Este día es una cita anual en la agenda de la Fundación Egia zor para no olvidar el dolor padecido, recordar a los que sufrieron la tortura como Joxe y reivindicar los derechos de las miles de personas víctimas de graves violaciones de los derechos humanos.
Este año participaron en la mesa redonda organizada en el Centro Cultural Atxulondo de Zizurkil 3 mujeres víctimas de torturas. Dos de ellas estaban presentes: Olatz Dañobeitia y Miren Azkarate. Otra, Nekane Txapartegi, habló desde Suiza. El testimonio de esta última fue el más claro ejemplo de las violencias cruzadas que han sufrido y siguen sufriendo las mujeres en el contexto del conflicto vasco: tortura, política penitenciaria de excepción, persecución, represión, exilio...
El sentido de las palabras de las tres fue muy diferente, porque cada una quiso hacer hincapié en unas vivencias o ideas específicas. Sin embargo, ninguna entró a hablar sobre lo sufrido en comisaría. En lugar de eso, centraron la atención en el proceso tras sufrir torturas, en los pasos a dar, las dificultades que plantea, los miedos que genera... Reflexionaron, por lo tanto, más desde el plano emocional.
Todo ello desde la feminidad, con todo lo que ello significa según los actuales esquemas binarios sobre los que se comprende el género. Pero sobre todo, las tres ponentes hablaron desde la experiencia de quien ha sufrido en sus carnes una grave vulneración de derechos humanos y ha recorrido el camino hacía la sanación, con la ayuda de la perspectiva crítica del feminismo.
"En la comisaría quedó una parte de mí. Desde entonces, soy una muerta en vida. Esa parte mía sólo vendrá de vuelta cuando se reconozca lo que sufrí ".
En primer lugar, analizaron contribución del feminismo de forma teórica y práctica a la gestión de las consecuencias de la tortura. Las tres ponentes coincidieron en la idea de que los retos que plantea el tema siguen siendo muy grandes y dieron a entender que en la base de todo está el reconocimiento. "Si no, será imposible cerrar las heridas".
Sintetizaron en tres ideas esta aportación del feminismo:
A continuación, reflexionaron sobre cómo mediante la tortura se ha atacado a las mujeres y a su identidad, sobre cómo ha sido utilizada como arma política para castigar a las mujeres que decidieron participar políticamente, a esas “disidentes” que rompieron las reglas heteronormativas y no estaban dispuestas a asumir el puesto "que les correspondía".
Por ejemplo, las tres ponentes subrayaron cómo la agresión a la maternidad ha sido una práctica habitual que han sufrido. También hicieron referencia a la tortura sexual, que por desgracia ha sido una práctica habitual que han sufrido las mujeres. Y hablaron de la falta de credibilidad a las denuncias de las mujeres.
Las tres ponentes hablaron también del malestar que genera a las personas afectadas por la tortura identificarse con el concepto de víctima. Defendieron que la idea de víctima que se ha construido es la de una persona que no ha tenido relación con el conflicto, solo con sus consecuencias, lo que suele llevar a las personas que han decidido participar activamente en política a sentirse incomodas. Reconocieron que es víctima toda persona que haya sufrido violencia, pero a menudo parece que identificarse con ella deja de lado su condición de sujeto activo. Frente a ello, se habló de cómo el feminismo ha planteado varias alternativas al concepto en sí: superviviente, resiliente...
También se habló sobre la justicia. Porque, reconocieron, la justicia es un derecho de todas las víctimas, pero desde un punto de vista feminista consideraron necesario reflexionar sobre lo que significa: ¿nos puede dar justicia la heteronorma que ha vulnerado nuestros derechos?
La principal conclusión de la mesa redonda fue que para reconstruirse tras la tortura es imprescindible el reconocimiento (colectivo, de la sociedad vasca, y también institucional, de quienes tienen responsabilidades). Y que también hace falta colectivizar experiencias personales, hablar sobre lo sucedido y darse cuenta de que todo ello es político. Este enfoque es, fundamentalmente, la aportación más importante que el feminismo puede hacer a una víctima desde un punto de vista prático y teórico.
Concluyeron recordando que todavía hay mucho que conocer sobre lo ocurrido en el marco del conflicto político vasco, y que éste es un trabajo que debemos llevar a cabo día a día. Además, subrayaron que la labor que se hace desde el movimiento feminista puede ser útil para conocer diferentes realidades que no conocemos en torno a la tortura, y para seguir construyendo la verdad. Porque la verdad, sin perspectiva de género, nunca será completa.
Los vídeos que recogen las ideas principales de la jornada se podrán ver próximamente en nuestra web.