Todas las personas que sufrieron graves vulneraciones de derechos humanos merecen verdad, reconocimiento, justicia y reparación.
He ahí las palabras de Aratz, hijo de Enrique Gómez, en la ofrenda floral celebrada en el Cementerio de El Salvador de Vitoria-Gasteiz.
Aratsaldeon guztioi, eta eskerrik asko hona hurbildu izanagatik.
1979ko ekainaren 25ean, gaur 40 urte, Estatu terrorismoak erail zuen Enrike Gomez, Baionako Panecau kalean. Korta Leonen jaioa zen, baina hiru urte zituenean, 50eko hamarkadako industri garapenak erakarrita, bere familia Gasteizera lekualdatu zen. Kortak Samaniego eta Jesus Obrero eskoletan ikasi zuen eta, bigarren honetan, Jesus Maria Markiegi ezagutu zuen, bere lagun mina.
Ostean, euskara ikasi eta euskara irakasle lanetan jardun zen hemen, Gasteizen. Beranduago, lan egiteko asmotan, Jesus Marirekin batera Arrasatera joan zen.
1974. urtean, poliziak hainbat atxiloketa egin eta gero, Iparraldera joan zen. 1979ko ekainaren 25ean, bere neskalaguna haurdun zegoelarik, Baionako Udalaitz tabernan sartzeko prest zegoela, auto batetik tirokatu egin zuten. Batallón Vasco Españolek erailketa bere gain hartu zuen. Gaur, 40 urte bete dira gertakari ilun horretatik. 40 urte Estatu terrorismoa abian jarri zutenetik.
Estatu aparatuek gerra zikina baliatu zuten euskal errefuxiatuen, ezkerreko militanteen eta abertzaleen kontra egiteko.
Francoren gobernuaren egiturek, SECEDek eta informazio zerbitzu militarrak abiatu zuten gerra zikin hori. UCDren gobernuaren garaian jarraipena izan zuen. Estatu terrorismoaren lehen belaunaldia izan ziren ATE, GAE, Triple A edo Batallón Vasco Español bezalako taldeak. Beranduago heldu zen GAL, PSOEren gobernu garaian.
El terrorismo de Estado fue dirigido desde los despachos de la Dirección General de Seguridad, del Servicio Central de Documentación, del Centro Superior de Información de la Defensa y del Ministerio del Interior.
Enrique Gómez no fue la primera victima mortal, ni tampoco la última, desgraciadamente. 78 personas fueron asesinadas por la guerra sucia bajo diferentes siglas por fuerzas parapoliciales, de extrema derecha y mercenarios, en diferentes puntos de nuestra geografía: Astigarraga, Errenteria, Andoain, Loiu, Alonsotegi, Ziburu, Biarritz, Kanpazar...
Ningún partido político, ningún gobierno ha asumido todavía sus responsabilidades sobre estos gravísimos hechos. Porque, la responsabilidad de todos estos asesinatos y actuaciones contrarias a los derechos humanos no es solo de los ejecutores.
Además, ninguna institución publica ha extendido ninguna petición de asunción de responsabilidades al Estado español, ni a los cuerpos policiales, ni a los responsables políticos de los asesinatos de nuestras familiares. Y consideramos que ya es hora de hacerlo. Es hora de aclarar las responsabilidades directas e indirectas de estos crímenes.
No podemos permitir que se pase de soslayo sobre la gravedad que supone que desde los poderes del Estado se haya utilizado el terrorismo para asesinar y vulnerar derechos humanos impunemente y que, además, continúen negándonos el derecho a saber toda la verdad. Porque numerosos episodios continúan aún bajo el yugo de la desinformación que posibilita la Ley de Secretos Oficiales franquista.
Exigimos que, de una vez por todas, se deroguen esas leyes y se desclasifiquen los documentos oficiales; que se ponga luz sobre crímenes y las responsabilidades hasta hoy no asumidas; y que se encare con honestidad democrática la realidad del terrorismo de Estado, por el que Enrique y tantas otras personas fueron asesinadas, heridas, secuestradas y sometidas a todo tipo de aberraciones, con total impunidad.
Hoy, estamos en un momento en el que diversos sectores ideológicos del Estado español y de Euskal Herria han iniciado una carrera contra reloj para escribir de forma unilateral y absolutamente parcial el relato de lo ocurrido en las últimas décadas.
En el 40 aniversario del asesinato de Korta, queremos expresar, alto y claro, que no vamos a permitir que se sigan categorizando las violencias ejercidas en el contexto del conflicto dependiendo del origen de la violencia, para alimentar un relato concreto de forma interesada. Es necesario valerse de la misma vara de medir a la hora de abordar las consecuencias de la violencia política. De lo contrario estaríamos normalizando la propia violencia. Y, en esa labor, las instituciones de este pueblo juegan también un papel determinante.
Deseamos que las vidas arrebatadas a nuestros seres queridos sirvan para desarrollar una nueva cultura ética que haga de nuestra sociedad un espacio donde el respeto a los derechos humanos de todas las personas sean el punto de partida. Que esas muertes sirvan para garantizar que nada así volverá a suceder.